sábado, 10 de enero de 2009

EL TRIO DE LA TRAICION

Por Jesus Sierra.- visita mi blog para leer completa la novela de los amantes clandestinos

Todo había sido dispuesto para que aquella noche los cuatro protagonistas de la obra amorosa se reunieran en el lugar que Arturo, el mejor amigo de Roberto desde hacia ya varios años, había alquilado especialmente para esa ocasión. Buscó un lugar alejado del pueblo para preparar el encuentro. Los accesos a la colonia donde Arturo consiguió la casa que desde hacía varios años permanecía abandonada eran intransitados y oscuros, por lo que esas condiciones les acomodaron perfectamente a los clandestinos amantes, para la consumación de su obra. Para esa ocasión especial Samantha echó mano de toda su astucia femenina para convencer a Erica, pero sobre todo, para que entendiera el peligro que aparejaban sus relaciones amorosas con Roberto, al asistir en su calidad de cómplice a tan excitante evento.

El interés de Arturo por Erica había sido el mejor aliciente para que sin objeción alguna, hiciese el pago de la renta de la finca que se encontraba como a quince minutos de la urbe, además claro, de los accesorios necesarios para tal ocasión, como una costosa y exquisita botella de vino, bocadillos y por supuesto, los indispensables preservativos.

Para Roberto y Samantha aquello no significaba más emoción que la de un pasional encuentro más, de esos que astutamente venían sosteniendo desde hacía varios meses atrás. Para los amantes una simple y llana una oportunidad para disfrutar de sus clandestinas relaciones, cuya trascendencia y continuidad se debía a lo excelente que representaban sus papeles como personas dignas y respetables, libres de toda culpa, en el círculo social al que ambos pertenecían, aún cuando pocos sospecharan sin poder confirmar sus pesquisas, sobre esas pecaminosas relaciones amorosas.

Al principio de la velada ninguno de los dos ansiosos amantes le dio importancia a lo que significaba el primer encuentro íntimo entre Arturo y Erica. Aunque para su noble amigo, este evento era su oportunidad para estar cerca de Erica, para tratar de conquistarla a la buena, para hacerle saber que con ella renacía la oportunidad de encontrar a la pareja que durante tanto tiempo había estado buscando, y que debido a su mala fortuna en el amor, como así justificaba su soltería, no había logrado encontrar, a Samantha y Roberto lo único que en ese momento les interesaba en el mundo, era disfrutar al máximo la pasión que cada vez que estaban juntos, se desataba en ambos.

Debido al abandono de aquella propiedad, Samantha y Erica improvisaron como salón del evento una habitación de la casa en donde solo había una mesa y algunas sillas, al fin suficientes para pasar un buen rato. Desde el inicio de la velada los dos clandestinos amantes incomodaban a los otros dos asistentes con sus pasionales miradas, con la visible urgencia de estar solos para iniciar los ritos propios de su relación pero fue en atención a los invitados, que decidieron permanecer con ellos hasta la media noche, ya que al día siguiente Erica festejaba su cumpleaños numero veintisiete y planeaban ser los primeros en darle los abrazos y felicitaciones del caso.
Todavía algunas horas antes de llegada la hora del festejo, los impacientes amantes se las arreglaron para perderse en un pequeño desván que se encontraba al lado de la habitación, y con la complicidad de la oscuridad que reinaba en ese pequeño espacio, dieron por momentos rienda suelta a sus caricias, durante el breve espacio suficiente para mitigar un poco, sus desaforadas ansias de pasión, aunque para esos clandestinos amantes aquellos instantes transcurrieran demasiado aprisa, demasiado escurridizos. Nunca fue suficiente el tiempo de caricias mientras esta relación duró viva entre ellos. Nunca bastaron los arrebatados instantes de placer que ambos protagonizaron durante un año de estar juntos y “ser pareja” como tan civilizadamente se describían entre ellos.

En tanto Arturo sufría la oportunidad de quedarse a solas con Erica, pues debido a los nervios que las buenas intenciones producen a la cercanía de la persona que le interesa, la angustia lo hizo enmudecer, bloquearse, no saber que decirle a la mujer que tanto le inspiraba y le esperanzaba; atormentarse con la idea de no ser correspondido con el amor que ahora pretendía ofrecerle no le permitió aprovechar el tiempo y simplemente, logró entablar con ella una plática ligera y vana, del clima, del abandono del lugar, del polvo que cubría las paredes. Para los dos clandestinos amantes, ese tiempo no fue más que una de tantas oportunidades de dar rienda suelta a sus pasionales deseos.

Arturo lamentó en ese momento más que nunca, el no haber aprendido como conquistar a una dama, como expresarle su sentir o como pedirle un inocente beso, pues desde joven desarrollo una especie de aversión por las complicadas relaciones amorosas, como las llamaba. Aun cuando no estaba de acuerdo con la actitud adultera de Roberto, en el fondo admiraba la facilidad de su amigo para conquistar chicas, muy a pesar de sus condiciones de hombre felizmente casado.

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