Por Jesus Sierra.- visita mi blog para leerla completa
La velada fue mas que exquisita ya que en el fondo la atracción mas poderosa entre ambos había sido el recio y firme carácter que desde los primeros encuentros hizo que brotaran chispas de emoción entre los dos. A esa primera cita siguieron una y otra hasta que un día Samantha le pidió a Roberto comprar una botella de vino y seguir por la carretera hasta terminarla. Había para esa hora de la noche una fuerte tormenta que ocasionó destrozos en el pueblo y una incesante lluvia que no dejaba de caer.
Decidieron estacionar en una parte alta desde donde se aprecian las luces de las casas y los pocos edificios. Samantha se mostró mas abierta y atrevida que en las anteriores citas, debido claro al efecto de la bebida contenida en la botella que a esa hora se encontraba por completo vacía. La experiencia y carácter de Roberto le hacían un conocedor de los diferentes estados emocionales de las mujeres por lo que disfrutaba mantener el control y conducirlas con una perfecta estrategia ya utilizada en otras ocasiones, casi imperceptiblemente hasta donde el quería. Y así avanzaron los minutos y Roberto seguía en su postura de caballero, hasta que en el marco de una romántica canción que a Samantha le recordaba su primera vez con el político, se lanzó al otro lado del asiento y sujetó a Roberto con su boca en un embriagador y apasionado beso, con el que el astuto abogado no hizo mas que dejarse llevar y corresponder a la emoción de Samantha.
No hubo de parte de ella manifestaciones de sobra como el que vas a pensar, ni el discúlpame me dejé llevar, ni cualquier otra excusa de las que suelen expresar las mujeres cuando se atreven a hacer lo que sus abruptos impulsos les dicen, en una sociedad que las reprime. Una vez que terminó el apasionado encuentro Roberto la abrazó cálidamente y con la voz apenas perceptible le susurró al oído: me encantas. Samantha se sintió complacida y no pudo mas que contestar en el mismo tono: quiero estar contigo, llévame a un motel.
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