miércoles, 7 de enero de 2009

NOVELA AMANTES CLANDESTINOS (Parte 3)

Por Jesus Sierra.- visita mi blog para leerla completa

Algunos días después se enteró que Samantha sostenía una relación con un conocido personaje de la vida política y que por cierto se encontraba en el momento cumbre de su carrera. Con la prudencia propia de su profesión, optó por olvidar la posibilidad de acercarse a ella en las continuas visitas que siguió haciendo a la empresa donde trabajaba, no sin dejar de mirarla con los mismos intentos de contacto del primer día, albergando una pequeña luz de esperanza para acercarse a ella. Para ese entonces ya le había contado de Samantha a Ricardo, su socio y amigo, quien muy alarmado le advirtió que ni intentase acercarse a ella, mucho menos tratar de cortejarla, ya que era un secreto a voces que Samantha, desde hacía un par de años era la amante del político que ahora se encontraba mas encumbrado y por tanto más poderoso que nunca.
Sucedió hasta que un día Roberto fue requerido para tratar un asunto delicado que por su naturaleza debía ser visto por la tarde en la empresa, cuando ya en las oficinas no se encontraban laborando los empleados. Para su muy grata sorpresa, la única asistente que estaba con el gerente era precisamente Samantha, quien en esa ocasión no vestía su uniforme y con un sencillo pantalón de mezclilla y una blusa pegada a su cuerpo, lucía encantadoramente los atributos que Roberto había claramente adivinado desde el día en que la conoció. Unos turgentes y redondeados pechos y una larga y delgada figura casi perfectamente moldeada, lo hicieron olvidar decididamente la sombra del político y ahí, una vez que terminó esa afortunada junta de trabajo, la invitó por primera vez a cenar con la excusa en agradecimiento a todo el apoyo recibido durante la sesión de trabajo.

Samantha sabía de antemano que Roberto era casado y que además, sería peligroso por otro lado que alguien cercano a su todavía affaire con el político los encontrara en algún lugar público, por lo que con mucha sensibilidad le sugirió a Roberto acudir a un pequeño restaurante a orillas del pueblo en donde a esa hora del día generalmente se encontraban comensales de paso.


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